lunes, 9 de agosto de 2010

De Areco a Jujuy



El fin y la repercusión estética de la obra de May Borovinsky están más que logrados. Atrae, gusta, llega, es interesante y diferente. Me gustaría detenerme aquí en algunas singularidades que, a mi entender, constituyen hilos conductores realmente destacados y originales. Cada exposición suya genera el debate de ideas entre el público. No hay una búsqueda de la polémica de la que resultaría un escenario en el cual la artista se desentiende de las consecuencias de su producción para dejar que la gente y el tiempo construyan azarosamente escenarios de contornos impredecibles. Muy por el contrario, la obra de May Borovinsky se plantea como un punto de partida disparador de un sinfín de acciones posibles que pueden encontrar arraigo en mundos aparentemente tan disimiles y distantes como el artístico, el académico, la gestión patrimonial o la educación. Este largo alcance de la obra ya viene preanunciado en la esforzada y planificada concepción de cada producción artística de May Borovinsky que surge de la articulación de un colectivo del que participan personas de las más diversas extracciones sociales y culturales incluyendo, claro está, artistas y profesionales universitarios. Y una vez sociabilizado, el producto artístico nos interpela, nos pregunta si estamos dispuestos a seguir en esta u otra línea que la obra nos abre como un ancho campo de propuestas que dejarían importantes beneficios para el conjunto de la sociedad.

Dr. Jorge Kulemeyer
Arqueólogo – Director Museo Pasquini López